En el pasado Salón del Cómic de Barcelona pudimos disfrutar de la presencia de un amplio elenco de autores españoles que junto a Zidrou están renovando el medio. Entre ellos Francis Porcel, dibujante de EL FOLIES BERGÈRE.
Muy exigente consigo mismo y con un talento incuestionable, en la entrevista que le concedió a Marisol Hernández nos desvela no sólo cómo llegó a completarse esta obra, sino también sus motivaciones y las dificultades que comportó su realización.
Francis pertenece a una generación de jóvenes autores españoles que están demostrando a nivel internacional que si de algo andamos sobrados en este país es de capacidad artística. Si a esta característica le sumamos disciplina, autocrítica, humildad y mucho trabajo, obtenemos libros tan deslumbrantes como este.
Son muchos los tebeos cuya acción se sitúa en la primera guerra mundial, pero en este caso habéis planteado una historia totalmente diferente. ¿Cómo surge este enfoque?
Le pedí a Zidrou una historia de trincheras ambientada en la Primera Guerra Mundial, y un guionista como él, que ha escrito y ha leído tanto, se decantó por la originalidad. Aceptó el reto de hacer una historieta bélica, pero le dio un nuevo giro. Es lo que pasa: si a Benoît le pides que te haga una historia sobre un tema tan trillado por autores como Tardi y tantos otros, siempre se plantea hacer algo personal, diferente.
¿Por qué eliges colorear principalmente con tonos sepia?
Por casualidad. Empecé a colorear las páginas con la paleta de grises para ver si los claroscuros y los volúmenes funcionaban. Mientras, iba haciendo pruebas con color, con acuarelas, con ordenador, y nada acababa de convencerme. Probé a modificar un poco los niveles de los grises con Photoshop y me salió el sepia, un color barro. Cuando lo vi, me di cuenta de que quedaba muy bien, de que ya no lo podía imaginar de otra manera. Cuando el editor lo vio, me dijo: “Lo tienes que hacer así”.
Así pues, se hizo en grises, sepia y negro. El color sólo se usa para resaltar aspectos concretos de la historia: todo lo que tiene que ver con las artes, con el amor, con la vida.
¿Cómo surge la historia del soldado que no puede morir? ¿Y cómo te planteas la exploración gráfica del personaje?
Cuando me llegó el guión, ese personaje me sorprendió muchísimo. Me esperaba algo más al uso, una historia bélica clásica, y de pronto me encontré frente a una mezcla entre fantasía y realismo.
A mí el realismo me gusta, y si he de plasmar algo fantástico, me gusta que parezca real. Necesito mostrarlo como sería en la realidad, sin añadir efectos especiales. Así, aunque sea ficticio, el cerebro lo percibe como real.
Eso es lo que he intentado en el cómic: he tratado de que no se apreciara la diferencia entre realidad y ficción. Cuando el capitán entra en su refugio, su mujer está cocinando y la atmósfera es muy normal, muy natural. Se abre una puerta, entra en un espacio y hay un ligero cambio de color, pero no hay flashes ni efectismos. Funciona casi como un relato costumbrista.
Otro personaje que sorprende es la niña. Me gusta mucho la ternura que destila y lo bien que se integra en la historia, a pesar de que cualquier razonamiento te llevaría a ver que es muy insólito que una niña vaya a la guerra a buscar a su padre con la misma naturalidad con la que iría a buscarlo a la puerta del trabajo. ¿Cómo lo consigues?
La niña fue uno de los personajes que más trabajo me dio. Estás tratando con soldados, con personajes rudos, y de pronto aparece una niña de la que no sabes gran cosa, sólo que se ha escapado de su casa. Ha atravesado un montón de kilómetros durante la noche, sin ir acompañada, y llega de madrugada. Imaginar esa escena me fue difícil. De hecho tuve que redibujar el personaje varias veces, no me gustaba ninguna de las caras que le asignaba. En los originales su rostro es diferente, pero luego lo retoqué y lo redibuje, y a veces sigo sin estar convencido.
No quería que hubiese nada que te sacara de la historia. Cuando aparecen el diablo y Dios, al principio los imaginé con forma de monstruos: el demonio con pezuñas de cabra y cuernos y todo eso. Al final los retraté como personas porque no quería alejarme demasiado de la figura humana.
Otro de los elementos que sorprenden en la historia es la aparición de Monet. La imagen que das de él no se corresponde con la que tenemos en general…
No es más que otro soldado en su propia trinchera, con sus nenúfares, con su obsesión por la luz. Se cuestiona muchas cosas, tiene al niño chinchándole con las ranas. El niño le dice una frase muy buena: que esta es una guerra entre viejos y jóvenes, y que él es un soldado viejo que está en la trinchera particular, que él mismo se ha construido. Allí es donde está cómodo, un poco al margen de la sociedad.
Monet es un barbudo más de las trincheras, con su barba, su ropa desastrada, su aspecto desaliñado. Se trata de un hombre con ciertos recursos, que tiene una casa y se ha construido un jardín, pero es muy sencillo, vive para su pintura. Lo demás le da un poco igual, o por lo menos así es como yo me lo imagino.
¿Qué ha supuesto para ti estar nominado a la Mejor Obra en el Salón del Cómic de Barcelona?
Pues nada, porque no me lo creo. Ahí figuro, sí, pero no voy a ganar de ninguna manera. Llevo toda la vida dibujando tebeos y siempre he echado en falta el reconocimiento en España. Estoy harto a ir a salones en Bélgica y Francia donde se sabe quién soy, y sin embargo aquí no me conoce nadie. Visto desde este punto de vista, que este tebeo aparezca en España y que haya sido nominado es importante para mí.
¿Cuál es tu siguiente proyecto?
Será también con Zidrou, porque ya le he cogido el punto. Me gusta mucho cómo escribe, cómo piensa y cómo plantea los proyectos. Siempre está buscando la originalidad.
Creo que Benoît está renovando el tebeo, está escribiendo un tipo de historias que antes no existían en el medio, aunque sí existían en literatura. Y para mí el cómic también es literatura, sólo hace falta que se cuenten historias inteligentes. Con el cómic se pueden narrar dramas, obras de teatro, historias de terror, aventuras, etcétera.
Mi próximo cómic será un cuento medieval cargado de realismo, y me estoy documentando mucho. Quiero retratar una Edad Media inventada, pero al mismo tiempo real, y me he situado a principios del siglo XV, en el sur de Francia. Allí nacerá un niño deforme, en un calabozo. Es hijo de una prostituta y lo alimenta un perro. Al crecer se convierte en el bufón de la corte y se enamora de la hija de un conde. Es una historia de amor, pero triste, melancólica, llena de ternura. Es una mezcla entre LYDIE y EL FOLIES BERGÈRE.
Al principio me pareció un guión un tanto raro. Pensaba: “¿A quién le va a gustar esto?” Pero cuanto más avanzo en el trabajo, más me gusta y más cuenta me doy de que va a ser un pelotazo.
30 de maig de 2014