El segundo de los volúmenes que Norma Editorial publica de las aventuras de Jon Sable es para chuparse los dedos. Glamour ochentero para un mercenario de guante blanco.
La primera lectura de las historias de Jon Sable me remitieron a mi infancia, algo así como los recuerdos que me quedan de Remington Steel, de James Bond o de Mike Hammer pero en una versión mucho más cañera, sin tapujos morales ni ñoñerías. Porque este Sable, va disfrazado de encantador escritor de literatura infantil pero detrás de esa fachada de señor amable, de amigo de los niños, se esconde un hombre letal, seductor, inteligente...
La venganza como tópico es el punto de partida sobre el que se fundamenta este cómic, como podría serlo de una película de Charles Bronson, pero a diferencia de las pelis de Charles, Jon Sable navega por los meandros del estereotipo sin que en ningún momento parezca una patochada, un simple devaneo de violencia gratuita, sino un mercenario que ofrece mucho más: de Rodhesia a Nueva York, este freelance abandona la pacífica vida de campo para abonarse al estilo de vida cool de La Gran Ciudad, ya sabéis, conocer actores, compadrear con artistas y salir por la tele.
Por el camino, sin embargo, libera damas, desmonta conspiraciones para acabar con “América” y atrapa a los malos; Además le da tiempo para lucir palmito y acudir a fiestas. Ni James Bond, ni Mike Hammer, ni Remintong Steel. Jon Sable es Jon Sable. En cuanto al dibujo, sólo quiero hacer una indicación para morbosos: las láminas donde aparecen las torres gemelas son impagables, tan altas, tan esbeltas, en fin…
10 de gener de 2008